sábado, 12 de mayo de 2018

Debate


¡Hola a tod@s!

En esta nueva entrada voy a hacer una reflexión sobre la educación a personas con discapacidad, concretamente a personas con TEA, a partir de dos artículos: Una escuela para Juan y Modelos educativos para una vida de calidad.

En el primero, algo antiguo, habla sobre la importancia de la vocación por parte de los profesionales que se dedican a la educación y la especial dedicación que han de tener con las personas con discapacidad. Yo he de decir que estoy completamente de acuerdo con esa premisa y creo que está bastante extendida entre el gremio del profesorado, si bien es cierto que, cada vez encuentro más profesionales un poco desencantados con la situación educativa actual (recortes económicos, de personal..., ratios elevadas) que opinan que con hacer lo justo (ir al centro e impartir sus materias) es suficiente. Además, muchos de los maestros/as piensan que son los especialistas (PT, AL) los encargados de atender a las personas con discapacidad, ya que consideran que ellos no están preparados (formados) para hacerlo y no entienden esta "tarea" como suya.

Otro aspecto al que hace referencia el artículo es a que la verdadera educación para las personas con discapacidad no se da en el aula ordinaria, sino, en la educación especial. Afortunadamente, hoy en día no es así. Cierto que la educación especial existe y hace muy buena labor, pero, actualmente, la educación va encaminada a la inclusión, a que convivan juntos en la misma aula niños/as con discapacidad y niños/as sin ella, tal y como lo hacen en la sociedad (en el resto de entornos de sus vidas), aprendiendo a la vez, cada uno a su ritmo.


El apartado anterior me lleva a otro tema que resalta el artículo: a las personas con discapacidad no les es útil aprender conceptos abstractos, sino que, necesitan adquirir habilidades y destrezas que les ayuden a desenvolverse en su vida cotidiana. Por suerte, este tema también está bastante presente en la escuela de hoy, ya que se da mucha importancia al saber hacer (competencias) y a la autonomía, no sólo en las personas con discapacidad, sino en todas. En esta línea, el autor aboga por incluir en los currículos la comunicación, las habilidades sociales y la expresión y reconocimiento de emociones y estados de ánimo, hecho que hoy en día ocurre debido a que estos aspectos están recogidos por nuestras leyes en los currículos vigentes.

También recoge este artículo la importancia de trabajar con las personas con discapacidad en entornos significativos para ellas, fomentando el trabajo cooperativo, la resolución de problemas y el papel activo del alumno/a en sus aprendizajes. En la actualidad, son muchas las escuelas que apuestan por ese papel activo del sujeto que aprende (enmarcado en el constructivismo) y son cada vez más las que utilizan metodologías innovadoras como el aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje cooperativo, la gamificación, etc.


El autor habla de la idoneidad de que todos los profesionales que están en contacto con la persona con discapacidad trabajen en equipo, consensuen objetivos, intercambien logros, dudas... En nuestros días, también se persigue esa meta, pero, la falta de tiempo o la creencia de "cada maestrillo tiene su librillo" hacen que no se dé tan habitualmente como debería.

Se dedican, además, unas palabras a la importancia de la familia en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Creo que esta cuestión está sobradamente probada y son pocos los profesionales que no mantienen una relación fluida con las familias de los alumnos/as.


Por último, hace alusión a la relevancia de la autoevaluación continua, hecho que se intenta tener presente en todo momento, pero, que a veces se resiente por la falta de tiempo.


En el segundo texto, más moderno, se recoge la idea de que la discapacidad ha de verse más allá de un conjunto de síntomas clínicos y de limitaciones, teniendo en cuenta la opinión de la persona, sus derechos, preferencias, etc.

Menciona que vivimos en una sociedad en la que se considera que el "escalafón" máximo como persona es la racionalidad, sin tener en cuenta otros aspectos de la persona como la socialización y las emociones.

Hoy en día se trabaja mucho para solventar estas creencias populares, bastante extendidas, y potenciar todas las capacidades de las personas con discapacidad y ayudarles a integrarse en la sociedad de una forma plena.

El autor apunta también que hay que centrarse en todos los resultados posibles como son: los clínicos, los funcionales y los personales para poder atender de la mejor manera a estas personas y poder proporcionarles una calidad de vida óptima, igual que la que le gustaría tener a cualquier persona, respetando sus decisiones y deseos, dejándoles ser dueños de su propia vida. Para poder lograrlo, se necesitará que los servicios proporcionados sean también de calidad, siendo de vital importancia el trato que dispensan los profesionales a las personas con discapacidad.   


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